viernes, 16 de septiembre de 2011

EL NAGUAL CARLOS CASTANEDA

Entrega sexta del capítulo segundo.
(caso de no leer desde el inicio probablemente no se entenderá nada, y aunque se haga, seguiremos sin entender nada - el narrador-)

Está claro que la muerte es una Manifestación del Espíritu, está ahí continuamente y al alcance de todos. Los autores lo pasan por alto y se tiran hacia ella como el cachorro a la furgoneta. La idea de la muerte nos empuja a seguir adelante, corriendo como locos sin saber adonde, intentando romper la correa a base de esfuerzos titánicos para escapar de ella, lo que pensaba el perro que le iba a suceder, sabiendo que el final siempre es el mismo: Morir y ser devorados por el Äguila. No hay escapatoria. Estamos perdidos, estamos muertos.

        Visto lo anterior, mejor será continuar con lo que dicen los nuevos videntes acerca del Äguila y sus emanaciones.



Imbuidos en lo práctico sólo se ocuparon de Ver. Y lo que vieron fue un flujo de emanaciones, y cómo el hombre y otros seres vivientes las usan para construir el mundo que perciben.

        Lo que Ven los nuevos videntes es que el hombre es un ser luminoso. Nuestra luminosidad se debe a que una minúscula porción de las Emanaciones del Äguila está encerrada dentro de una especie de capullo en forma de huevo. Somos huevos luminosos. Esa porción, ese minúsculo manojo de emanaciones que está encerrado es lo que nos hace hombres. Percibir consiste en emparejar las emanaciones encerradas en nuestro capullo con las que están fuera. Las Emanaciones no son como rayos de luz, eso sería demasiado simple. Son algo indescriptible. Para DJ son como filamentos de luz que están conscientes de ser, están conscientes de sí mismos, vivos y vibrantes, y que hay tantos que los números pierden todo sentido, y que cada uno es una eternidad. 


El estar Consciente de Ser da lugar a la percepción.

        Evidentemente, los autores ni están conscientes de ser, ni de la percepción más allá de lo que diga la razón y lo razonable. Tienen que comer, ese es un hecho. Pero lo que comen es su elección, y lo mismo pasa con todo. Perciben, ese es un hecho, pero la interpretación de lo que perciben es su elección. Lo malo es que nos enseñan desde que nacemos, qué es lo que tenemos que percibir, y pensar, y eso nos ata, como al perro de la historia, a la columna de la ceguera, a la columna de la estupidez y de la miseria hasta que al final morimos como los imbéciles que hemos sido en esta vida, que la hemos perdido en batallas inútiles y por caminos sin salida, buscando anhelantemente algo que no tenemos ni idea de lo que es pero que nos empuja a seguir adelante.

        En este punto puede ser instructivo examinar al narrador, que aunque narre algo de sí mismo, debe seguir narrándolo desde lejos, como si fuera un observador imparcial..  Siempre tratará de esconder los hechos para que no reflejen la realidad: que él también, como todos, es un imbécil integral, aunque no quiera reconocerlo e intente darle a todo un aire de autosuficiencia y un “dejà vù” que pasma. De momento lo dejamos con su razón  y más adelante el narrador se narrará a sí mismo.

        No podemos adivinar el futuro. Pero quizás el narrador nos pueda narrar su origen, y quizás también ahí se puedan buscar las Manifestaciones del Espíritu. Lo que sí está en condiciones de asegurar que los autores actúan como si la vida fuera eterna, como si no supieran de la existencia del Punto de Encaje, como si no tuvieran que estar preparados para ver el momento en que pase el Pájaro de la Libertad, como si no serían conscientes que el único modo de verlo es cumpliendo los requisitos de Acecho, del Intento, del Ensueño. El narrador comprueba horrorizado como los autores se dirigen inevitablemente, como lo imbéciles que son, a ser alimento del Äguila.

elaprendizdechaman@gmail.com

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